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Según el equipo médico, el cáncer de Iram León no tiene curación posible, por lo que su objetivo hoy por hoy es llegar a vivir hasta cumplir los 40 años. En declaraciones a The Huffington Post, Iram León reconoce que la única cosa que no quiere decir en su lecho de muerte cuando llegue el momento es que no ha pasado suficiente tiempo con su hija. Por eso, a los seis meses de conocer su enfermedad, cuando Kiana tenía 4 años, decidió que no volvería a correr sin la compañía de su hija.
El cáncer le ha afectado la memoria, el lenguaje e, incluso, el sentido de la orientación. Por este motivo tuvo que ser auxiliado durante todo el maratón por un ciclista que en ocasiones le iba guiando. Tampoco puede conducir, trabajar o practicar deportes de contacto. Sin embargo, sí que puede correr porque, tal y como él mismo reconoce con buen sentido del humor, “sólo es cuestión de poner un pie delante del otro”.
En octubre de 2012, padre e hija completaron su primera media maratón, y el pasado sábado 9 de marzo tomaron la salida de su primer maratón. Lo cierto es que no lo tuvieron nada fácil. Hasta en cuatro maratones anteriores les habían denegado la participación por no estar permitida la presencia de cochecitos en este tipo de pruebas. Hasta que finalmente la organización de la Gusher accedió a hacer una excepción con ellos y admitió que corrieran. Además, durante los 42 kilómetros del trayecto sufrieron varios contratiempos, como un pinchazo en una de las ruedas del cochecito, la presencia de fuertes vientos o tener que parar por llevar los cordones desatados.
A pesar de todo, Iram León venció con una marca de 3h07:35, si bien en su blog reconoce -de nuevo, con una gran dosis de humor- que, técnicamente, quien atravesó la línea de meta en primer lugar y, por tanto, merece ser considerada como vencedora de la carrera fue su hija Kiana.
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