Alivia los síntomas y disminuye la mortalidad, entre otros beneficios.
Resulta difícil de creer pero actividades físicas tan básicas como moverse o caminar podrían convertirse en una especie de antídoto y terapia contra el cáncer.
No es una afirmación al azar. Los beneficios del ejercicio en los pacientes oncológicos han quedado más que comprobados desde hace ya dos décadas, a través de decenas de estudios realizados alrededor del mundo y han sido descritos incluso por la Organización Mundial de la Salud, OMS, y que lo catalogan como uno de los factores protectores del cáncer, que a diferencia de la edad o la genética sí se pueden modificar.
De acuerdo con los especialistas, hay evidencia científica de sobra para concluir que no solo ayuda a mejorar el estado emocional de los pacientes con cáncer, sino también a aliviar los síntomas, potenciar el efecto de los fármacos, mejorar el pronóstico y disminuir el riesgo de mortalidad.
Suficientes razones para que los oncólogos de hoy incluyan el ejercicio como una parte fundamental de la prevención y el tratamiento de las enfermedades neoplásicas malignas. Una terapia, que en la dosis necesaria y combinada con un estilo de vida saludable que involucre una dieta balanceada, debe ofrecer resultados.
La explicación
Una de las bases para asegurar que el ejercicio debe prescribirse en pacientes con tumores malignos radica en que el sedentarismo hace que las células de los tejidos sufran de manera permanente, causando alteraciones en los genes y en consecuencia cáncer.
Esto sin contar que no ejercitarse favorece el depósito de mayor cantidad de carbohidratos y grasas, con lo que se modifica el perfil hormonal y el metabolismo de las citoquinas, proteínas que regulan las interacciones celulares del sistema inmune y que son claves en la respuesta del organismo ante cualquier agresión.
Moverse, en cambio, dispara ciertos mecanismos fisiológicos que permiten mejorar la distribución de las grasas y el perfil hormonal. Al menos en el 80% de casos de cáncer, favorece la regulación hormonal y disminuye la recurrencia de la enfermedad.
Incluso, en personas con Índice de Masa Corporal mayor a 30 (obesas) también parece ejercer un efecto protector. De hecho, el mayor Índice de Masa Corporal, IMC y el sedentarismo, se ha asociado con una mayor incidencia de cáncer, especialmente de colon y mama.
Mantenerse activo parece tener también un efecto a nivel terapeútico. Dado que los pacientes con cáncer suelen ser víctimas de toda una cadena de síntomas, muchos de ellos asociados a la quimioterapia, el ejercicio surge como una alternativa para ayudar a combatir el dolor. En particular, disminuye las cefaleas y los dolores miofaciales, que se producen al palpar ciertos puntos del cuerpo, como consecuencia del consumo de ciertos medicamentos.
Aunque no se puede considerar como un fármaco en sí, sí es claro que el ejercicio potencia la acción de los fármacos involucrados en el tratamiento, por lo que se constituye en su mejor complemento. Hace que estas moléculas lleguen con mayor facilidad hasta las células malignas y que las maten de manera más efectiva.
Este método de sanación natural permite además mantener la homeostasis, es decir, el equilibrio y estabilidad de las sustancias y mecanismos necesarios para el buen funcionamiento de todos los órganos y sistemas, haciéndolos más eficientes y manteniendo la salud a nivel de todo el cuerpo.
Y por supuesto, adicionalmente se pueden mencionar otras ventajas, como el mejoramiento del flujo sanguíneo y la mayor oxigenación de todos los órganos y tejidos, evitando así que se liberen radicales libres, causantes de alteraciones que llevan al desarrollo del cáncer. De ahí, que el ejercicio sea considerado como una gran herramienta en la prevención de la enfermedad.
Con todos los argumentos anteriores, los especialistas afirman que el ejercicio en los pacientes con cáncer debería incluirse en la agenda, como si se tratara de necesidades básicas como comer o dormir que se tienen que suplir.
Es tal su impacto que se puede asegurar que la actividad física mejora el pronóstico y disminuye la mortalidad.
La receta
Ante todo, hay que aclarar que cuando se habla de ejercicio, no se hace alusión exclusivamente a las actividades de gimnasio o disciplinas deportivas como tal.
Aunque obviamente sí están incluidas, el solo hecho de mover los brazos y las piernas mientras se está sentado en la oficina, de caminar en lugar de ir en carro, de usar las escaleras en vez del ascensor, sacar a pasear al perro, cargar los paquetes, ocuparse de labores domésticas o hacer ejercicios inhalando y exhalando lentamente, se consideran actividades físicas que tienen un efecto beneficioso en el paciente oncológico.
Asimismo, el tenis, el golf, la banda trotadora, la marcha y el trote lento resultan sumamente convenientes.
Lo que no es recomendable bajo ningún punto es la práctica de disciplinas de contacto como fútbol o baloncesto ni tampoco las de fuerza como las pesas. Tampoco los deportes extremos o la bicicleta.
Esto debido a que pueden exponer al paciente oncológico a traumas, que pueden generarle graves complicaciones. De hecho, como consecuencia de la quimioterapia, se sufren alteraciones en los niveles de plaquetas, hemoglobina y células de defensa, que suponen mayor riesgo en caso de un accidente.
La dosis
Teniendo en cuenta que este tipo de paciente no tiene la energía suficiente para soportar rutinas de una hora o que los malestares generados por la quimioterapia pueden afectar su disposición para el ejercicio, se recomienda que la persona se ejercite al menos por 20 minutos diarios, pues de lo contrario, no se van a ver los resultados.
Señales de alerta
En caso de experimentar algunos de los siguientes síntomas durante la práctica, el paciente debe consultar al especialista, ya que pueden indicar que el ejercicio no está bien orientado y que puede estar causando más daño que beneficio:
- Agotamiento extremo.
- Dolor muscular o articular.
El País Colombia