Convirtió en figura al arquero del Scratch, hizo los méritos para sumar, pero terminó sucumbiendo ante la única llegada de los pentacampeones. El partido se desvirtuó al cierre, por un penal sobre Arturo Vidal que el VAR desestimó y el árbitro peruano Diego Haro no revisó en el monitor.
El arquero de Palmeiras lo tapa todo en el primer tiempo. El misil de Arturo Vidal, el cabezazo de Eduardo Vargas. Una doble tapada extraordinaria que dejó a 10 mil hinchas con el gol atorado en la garganta. La Roja es más que el Scratch. El Rey y Charle Aránguiz son dueños del mediocampo. Meten y crean. Hacen circular el balón, que siempre busca a los laterales. Hay intención por la banda, de Mauricio Isla y Eugenio Mena, pero mala ejecución en casi todos los centros.
Brasil está sorprendido. No es la misma película de la Copa América, con una selección nacional más paciente y de toque improductivo. Ahora el cuadro de Martín Lasarte sube dos cambios la velocidad. Y se nota. Ese es el Chile que gusta, el que muerde, el que va y va, sin pensar en el que está enfrente. Falta algo, sin embargo, lo más importante del fútbol: el gol. O antes que el gol, el tipo que sabe llegar a ese momento mágico de un partido.
Eduardo Vargas atraviesa un gran momento deportivo y se nota. Iván Morales las corre todas y no se esconde. Los delanteros criollos complican al rival. Bajan a la zona media para tomar contacto con el juego. Todo bien, hasta que llega la hora de firmar. Ahí, los atacantes, y el equipo en general, sigue en deuda. El primer tiempo termina sin goles. Injusticia. Culpa de Weverton, el arquero brasileño. Culpa de la poca contundencia que se ha vuelto una característica del combinado mayor.
Antes de llegar a Macul, seguro que el empate no era mal visto. Al final del primer tiempo, repartir puntos parecía mezquino. Este deporte, sin embargo, no se trata de querer, sino de concretar. Y Brasil, que parecía dormido en el segundo tiempo, apura con dos o tres toques precisos para desarmar la estructura chilena. Everton Ribeiro aprovecha la pelota suelta tras una atajada de Bravo y decreta el 1-0 a los 64 minutos.
No es un balde de agua fría. Es un balde de hielo. Le duele el corazón a la Roja y Lasarte mira a la banca en busca de respuestas. Llama a Carlitos Palacios, que no le llega ni a los talones al jugador que se fue de Unión Española al Inter de Porto Alegre. Un cambio perdido, al parecer. Sobre la misma, el técnico uruguayo llama a Diego Valdés para buscar ese último pase que también está ausente. Vidal sigue peleando todas las pelotas, ya no tiene a su socio Charles para dialogar. Aunque Chile intenta, Brasil no sufre. La cosa se ve muy mal. Los que estaban disconformes con el cero del primer tiempo, ahora extrañan profundamente la sensación de ganar un punto ante los pentacampeones del mundo.
Encima, Erick Pulgar se gana una amarilla que lo descalifica del partido del domingo ante Ecuador, en Quito. Una baja sensible, pero no hay tiempo de pensar en lo que viene. Quedan algunos minutos para la ilusión. Se reclama penal por una falta de Marquinhos sobre Palacios, pero es fuera del área. La polémica estalla, sin embargo, a minutos por otra entrada de Marquinhos, ahora sobre Vidal. Y sí fue dentro del área. Y el defensa sí tocó al volante chileno. Pero el árbitro peruano Diego Haro se niega a revisar la jugada en el monitor. Se queda con lo que le dicen por interno, pese a los reclamos iracundos de los jugadores nacionales, de los hinchas y de un país completo.
Fuente: La Tercera.